miércoles, 3 de junio de 2009

Lombroso saluda a Hobbes: la peligrosidad en la piel y la seguridad como salida

Por Nicolás B., politólogo y docente de Ciencia Política, UBA.



La llamada “cruzada de la inseguridad” se ha instalado recientemente, como un tema que acapara gran parte del panorama político actual. Esto, a fuerza de repeticiones compulsivas en los medios masivos de (in)comunicación, de gigantescas campañas millonarias que “machacan y machacan” y de las recientes declaraciones de “Ricos y Famosos” de la decadente farándula.

Curiosamente, se murió Alfonsín y pareciera como que el “flagelo” de la inseguridad se solucionó y desapareció de los grandes medios de comunicación. Sucede que los mass- media determinan arbitrariamente los temas a tratar y definen su agenda setting marcando el compás de aquellos asuntos que deben ser parte de la vida de millones.

Pero volviendo a la inseguridad, si los dichos mediáticos de los famosos prendieron la mecha, las marchas de sectores medios-altos, chetos y acomodados de barrios pudientes de la capital y GBA que claman por la seguridad (de su propiedad), pasean la mecha de aquí para allá.



La oposición burguesa (Carrió, UCR, PJ disidente, etc.) también se subió al tren de la mano dura, mostrando que sigue estando al tope de su “temario político” en momentos pre-electorales. El empresario PROperonista Francisco De Narváez es el extremo de esta posición, siendo el único eje de su política, con miles de carteles gigantes, páginas Webs, mapas y minutos televisivos. ¡Un verdadero monocorde reaccionario!

Recordemos que “la seguridad” ya fue un tema que copó la agenda no hace mucho, cuando el (falso) Ingeniero encabezó grandes movilizaciones y el gobierno votó a su pedido las llamadas ´leyes Blumberg´ de mano dura, baja de la edad de imputabilidad, etc.

También, para completar el panorama, hay un amplio muestrario de frases y declaraciones mediáticas a favor de la pena de muerte, la mano dura y la tolerancia cero, que quedan sonando en el vacío, con un eco que se amplifica como en una caverna.

Estas declaraciones que desbordan xenofobia y denigración furtiva se traducen, rápidamente, en repulsión por las clases bajas y los sectores empobrecidos.

Es que los capitalistas y las clases altas están siendo previsores. Están viendo más allá y, con la crisis económica mundial como telón de fondo, vislumbran mayores enfrentamientos de envergadura y nuevos estallidos donde, a fuerza de comparaciones, el diciembre de 2001 puede ser solo “un juego de niños”. Como dice el dicho popular “Prever es mejor que curar”...

Así lo hizo el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, que frente al reclamo de mayor seguridad de los vecinos de La Horqueta (partido de San Isidro), no tuvo idea más retrograda que levantar un muro para mantener aislados a los cientos de trabajadores que habitan en el barrio Villa Jardín (partido de San Fernando), medida reaccionaria, que nos retrotrae a la concepción de los guetos, cuya aparición data del siglo XIV.

Pero lo interesante es la vuelta, en algunos casos, de ciertos “clásicos políticos”, si no expresamente, de manera solapada y subrepticia, que asoman detrás de ese borbotón de palabras. Clásicos que, en algunos casos como veremos, son grandes teóricos de la política y en otros berretas mercachifles políticos.

Por ejemplo, tomemos las declaraciones de Jorge Rial respecto a que “el que es asesino lo es por naturaleza” que retrotrae el corpus discursivo a un médico de principio de siglo XX, Cesare Lombroso, archiconocido por sus nefastas “teorías” racistas con el agregado novedoso de ser “innatas”.

Si bien a lo largo del siglo pasado, se repitieron los mismos argumentos y sobre todo tanto el nazismo como el fascismo lo utilizaron para determinar la pureza de la raza aria o de la identidad italiana, Lombroso fue el tétrico creador de estos postulados que planteaban que el delito esta predestinado, algo así como inscripto en tendencias innatas, grabadas a fuego en el destino prefijado de aquellos que poseen determinados rasgos físicos.

Así, ciertas formas craneales, mandibulares u orejas, son la señal maligna, el signo que denota maldad, perversión y delincuencia grabado en “el cuerpo del delito”. La luz roja se prende, el peligro late, la paranoia aumenta y los viejos herejes quemados en la hoguera en plena Edad Media reaparecen en los hombres que llevan “la marca indeleble del delito”.

Lombroso, este médico dedicado a la criminalística era adepto a salidas extremas y plantea que "En realidad, para los criminales natos adultos no hay muchos remedios: es necesario o bien secuestrarlos para siempre, en los casos de los incorregibles, o suprimirlos, cuando su incorregibilidad los torna demasiado peligrosos"

La “supresión” a la que se refiere no es otra cosa que la aniquilación física, la pena de muerte, o pena capital, para aquellos que “de cuna”, llevan tatuado la predestinación delincuente. Pena capital que, como dice el dicho popular en Estados Unidos es exclusivamente “para los que no poseen capital”.

No hay que extrañarse por estas “barrabasadas” de las que ya ha pasado más de un siglo porque, en un sentido, no se está muy lejos. O ¿Acaso la baja en la edad de imputabilidad que pregonan algunos no tiene como punto de llegada estos ridículos planteos?


Quino, el famoso humorista, tiene un chiste lombrosiano (obviemos la ausencia de humor en la narración de un chiste gráfico) que retrata a un comisario realizando un operativo y explicando a un periodista que lo interroga, que han avanzado muchísimo en las técnicas de prevención del delito mientras, en el cuadro siguiente, se ve a unos policías apresando bebés y colocándolos en un camión celular.

Otra versión criolla de un caso al cual se le aplicó el “lombrosianismo” fue el famoso Petiso Orejudo, denominación dada a Cayetano Santos Godino que, a principio de siglo XX, perpetuó crímenes contra niños, a quienes asesinaba violentamente. Las características físicas este hombre dieron lugar a variadas teorías que abordaban la cuestión desde sus rasgos físicos, su distorsión ósea, etc.

Pero en aras de obtener analogías, el inglés Thomas Hobbes, uno de los padres del materialismo inglés y fundador de lo que luego se conoció como filosofía política moderna, nos acerca su “salida política” similar (en parte) a la que piden estos personeros de las clases altas contra los sectores plebeyos y pobres.

Los planteos de Hobbes en pleno siglo XVII, se construyen a través de ciertas premisas del hombre inscriptas, también, en “la condición natural del género humano”.

Hobbes plantea que la igualdad que prima entre los hombres en Estado Natural, en cuanto a sus capacidades físicas y mentales, genera una competencia permanente ya que desean las mismas cosas y se convierten en enemigos que tratan de dominarse y matarse unos a los otros. Así se constituye un verdadero estado de guerra de todos contra todos, en donde la desconfianza y el miedo a la muerte deviene motor principal de las acciones humanas. Cada hombre es enemigo declarado de los demás y la vida en este estado es “solitaria, torpe, tosca, embrutecida y breve”. Recordemos las frases de Marcelo Tinelli respecto a que él y su familia tienen que vivir aislados y encerrados entre las rejas electrocutadas de su country. Y cuando sale, lo espera el robo, la guerra, la muerte (“por el pancho y la coca”), la incertidumbre, etc.

Con esto, se delinean las premisas para la necesaria constitución de un Estado fuerte cuyo principal objetivo sea mantener la seguridad de sus súbditos. Eliminar este terrible Timor Mortis inscripto en el Estado Natural del Hombre.

Así, los individuos pactan entre si derivar todo el poder en manos de un soberano que tiene la capacidad de descargar todo el peso de la ley y la violencia sobre aquellos que “atenten contra la seguridad del cuerpo social”.

Los famosos de la fachándula son “hobbesianos sin saberlo” y su pedido de mano dura no hace más que fortalecer un Estado represivo que pone toda su fuerza en reprimir a las clases bajas, a los trabajadores y a los sectores de izquierda.

Volviendo al mundanal ruido, los planteos de combatir el delito endureciendo las penas y fortaleciendo a las fuerzas represivas tiene consecuencias concretas y se las encuentra en los aberrantes números que grafican los casos de gatillo fácil, torturas y hasta desaparición a los jóvenes de las barriadas populares del Gran Buenos Aires. El caso de Luciano Arruga, recientemente desaparecido (31/01/09) en el barrio de Lomas del mirador es paradigmático de este tipo de accionar policial que, luego de pegar, maltratar y torturar, “elimina la evidencia”. Luciano aún se encuentra desaparecido.

La policía es la única empresa estatal que funciona a la perfección “gerenciando” el narcotráfico, los secuestros express y toda clase de delitos que se suceden a lo largo y ancho del país, los cuales los medios se cuidan de mostrar.

El “pequeño delito” que llevan adelante los sectores empobrecidos, plebeyos y las clases bajas son de una cualidad diferente al “gran delito” que queda monopolizado por los grandes evasores de impuestos, las grandes empresas que contaminan el medio ambiente, la corrupción de los políticos burgueses y la red de delincuencia controlada por la descompuesta policía provincial y federal.

Todas las salidas de mano dura y mayor represión ignoran obvios condicionamientos sociales que son la madre de todas las explicaciones sobre el aumento del delito. O ¿Es que acaso no tienen nada que ver las exorbitantes cifras de miseria y pobreza que todavía se siguen registrando en nuestro país? O ¿Acaso estamos hablando de otra cosa cuando el 25% de los jóvenes de entre 18 y 25 años esta desocupado?

Hay que oponerse tajantemente a toda intentona reaccionaria cuya bandera sea la seguridad y la militarización de la pobreza. Solamente atacando las ganancias capitalistas y haciendo que la crisis la paguen ellos, que son quienes la generaron, se podrá terminar con la situación de miseria, hambre y pobreza, verdadera causa de la delincuencia y la descomposición social de los sectores populares.

Asimismo, desarticular el principal aparato de represión que posee esta misma clase, plagada de genocidas que actuaron en la dictadura y protagonista permanente de la “inseguridad” de miles de personas en los barrios pobres, se torna una necesidad.

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