domingo, 31 de mayo de 2009

CLAVES para ENTENDER la CRISIS del CAPITALISMO ACTUAL


No es el neoliberalismo
ni la desregulación financiera:
¡Es el CAPITALISMO!


“Los economistas que pretenden explicar por la especulación
las repetidas sacudidas de la industria y el comercio,
se asemejan a esa escuela perimida de la Biología
que consideraba a la fiebre
como causa de todas las enfermedades.”
(Karl Marx, New York Tribune, 15/12/1857)


Por Fernando C., politólogo y docente de Ciencia Política, UBA.


Acerca de cómo viene mutando el capitalismo. O cómo la víbora cambia la piel, pero no el cuerpo.

En el siglo XX el capitalismo avanzó de manera extendida sobre todas las ramas de la producción, sobre casi todas las geografías, se internacionalizó. El planeta se transformó en un gran capital global, como si se tratara de una inmensa fábrica dentro de la cual se hallan todas las ramas productivas, todos los sectores de la cadena y todas las formas de la distribución y circulación. Fue Marx quien en el siglo XIX explicó este desarrollo como una tendencia objetiva e ineludible. La división internacional del trabajo y la producción, las pujas interimperialistas por el control del planeta, las crisis, guerras y revoluciones resultaron la forma en que lo dicho se cristalizó. No se trató de un capricho, sino que fue el derrotero necesario, una tendencia intrínseca de este modo de producción y organización: el ir subsumiendo todas las formas de producción que encontró en su camino dentro suyo, mediante el impulso incesante a la producción de plusvalía relativa, que no es otra cosa que la reducción progresiva del tiempo de trabajo necesario para la producción de mercancías mientras se aumenta el tiempo de plustrabajo, o sea de trabajo en exceso de la necesidad, que es apropiado por el capitalista y constituye la base de su ganancia. Hoy en día nos enfrentamos a la versión más desarrollada, en un escenario de mundialización completa del capitalismo.




Tras el crack de 1929 (crisis de sobreproducción producto de la cual no se podía vender-realizar las mercancías producidas) y la Gran Depresión de los ´30 (altísimas tasas de desocupación, inflación, quiebras, etc.), el capitalismo, ya mundializado pero con una demarcación fuerte entre países imperialistas, semi-coloniales y dependientes[1], se reconstruyó mediante lo que se conoció con el ideológico nombre de Estado de Bienestar Keynesiano y se expresó económicamente en el boom de la posguerra (recuperación de la tasa de ganancia a niveles nunca vistos). Vale destacar en momentos como los actuales que el “modelo keynesiano” y las regulaciones del Estado en el mercado no dieron resultados durante los ‘30 en EE.UU. La economía norteamericana recién se recuperó cuando se comenzó a preparar la segunda guerra mundial. Más aún: las medidas keynesianas fueron realmente efectivas tras la inmensa destrucción de capitales materiales y humanos que implicó la segunda gran guerra (ver en este mismo boletín las “Claves”).

Hacia fines de la década del '60 y principios de la del ‘70, este modelo de acumulación comenzó a mostrar nuevamente límites. Al gran capital comenzó a tornársele caro el sostenimiento de las tasas de empleo semi-absoluto, los niveles salariales y las conquistas laborales progresivamente masivas. La tasa de ganancia[2] (relación entre lo que el capitalista invierte en máquinas y salarios y el plusvalor que obtiene por tal inversión) había comenzado a decrecer relativamente. Nunca el capital dejó de ganar, pero la tendencia decreciente se había establecido como una constante. Fue entonces que resultaron necesarias medidas contrarrestantes, se volvió imperioso desguasar el control de los Estados (que no es más que el autocontrol que el propio capital se impone, conocedor de su irracional sed de ganancias) y liberalizar las transacciones, sobre todo las finanzas y el crédito. La forma económico política (y por ello, cultural y hasta podríamos decir generacional) que asumió este proceso se conoció y conoce aún hoy como neoliberalismo; las consecuencias sociales, obviamente conocidas en carne y hueso por todos nosotros, hijos e hijas de esta época.

Sin ahondar en las necesidades y determinaciones de esta reconstrucción del capitalismo, entre las que se destacan dictaduras genocidas, aplastamiento sobre las más importantes conquistas laborales, reducción monumental de los salarios reales, retroceso de la acumulación en capitales productivos e impulso incontrolado a los financieros, sumisión y dependencia carnal desde las semicolonias respecto de los países imperialistas, una creciente y masiva sobrepoblación obrera superflua y por ello desocupada y una larga lista de etcéteras, podemos ver que el capitalismo planetario ingresó tambaleando así al siglo XXI. La agudización extrema de las contradicciones principales que brotan de su propio seno, entre ellas el valorizar sin valor (obtener ganancias especulativas aprovechando la desregulación financiera, sin invertir productivamente, sin crear valor real -ver Revista ContraTiempos Nº 2- ), se hizo presente sin ningún tipo de tapujo.


[1] Encontramos una diferencia sustancial entre la mundialización del capital a mediados del siglo XX y la actual en el hecho de que, entonces, la economía planetaria funcionaba mediante la provisión de materias primas y mercancías agrarias desde los países dependientes y semi-coloniales hacia las economías imperialistas, mientras que hoy existen potencias productivas hasta hace poco intrascendentes para la valorización del capital global, como China o India, que producen medios de consumo en masa: son los grandes productores de mercancías finalizadas del planeta, entregando a EE.UU. el rol de gran consumidor mundial. Esta nueva configuración de la división internacional del trabajo da cuenta de modificaciones en la estructura imperialista mundial clásica, que serán objeto de próximas publicaciones.
[2] “La ganancia del capitalista proviene de que tiene para vender algo por lo cual no ha pagado nada”, K. Marx, El Capital, Siglo XXI, T.III, p. 49. Ese “algo” es plusvalor objetivado o puesto en una mercancía; ese plusvalor es sencillamente más valor del que el productor-obrero necesita para reproducir su propia vida y la de su familia (cuya expresión es el salario). Por él, por el plusvalor, el capitalista no paga nada. Lo realiza como ganancia.

1) ¿En qué momento del capitalismo estamos?

Esta crisis se origina en un estadío del desarrollo de las fuerzas productivas a nivel mundial (es decir, en un momento de la historia de la humanidad) en el que las contradicciones acumuladas por el capitalismo no han hecho más que agudizarse, independientemente de que por períodos se amortiguaran mediante mecanismos contrarrestantes (destrucción masiva de capitales y de seres humanos en las guerras mundiales, estados de bienestar de tipo keynesiano, etc.), y en el que la capacidad de respuesta de este mismo sistema de producción se ha llevado cada vez más lejos. Es decir, el intento de recuperación que hará el capitalismo en esta oportunidad partirá (como no podría ser de otra manera) de un lugar y tiempo en que todas las determinaciones del sistema se han desarrollado al extremo: ya casi no quedan geografías en el mundo sin control de la organización social y productiva por parte del capital; la población obrera sobrante (los desperdicios del capital) es monumental, y se calcula que unas 2.000 millones de personas “le sobran” al sistema; los salarios reales (el valor de la fuerza de trabajo y su capacidad para reproducir a diario la vida de una familia obrera) están destruidos, por lo que no hay lugar para una recuperación de los mismos en el corto plazo y en un período de crisis; el capital constante (fábricas, maquinarias, tecnología) ha crecido (como no podía ser de otra manera) a expensas del variable (los trabajadores) como nunca: hoy un obrero pone en funcionamiento un mecanismo que controla las fuerzas naturales con una potencia, economía del trabajo y velocidad de circulación nunca antes vistas; entre tanto, la organización del trabajo social sigue regulándose de manera privada.

2) ¿Qué salida discuten los líderes políticos del sistema?

Con esto queremos denunciar la gigantesca estafa política que ofrecen los neokeynesianos en la actualidad como (im)posible solución a la crisis en curso: está comprobado que la rueda de la historia no puede volver hacia atrás; el modelo de acumulación keynesiano tuvo que ser barrido por la historia del propio capital, y su reemplazo (lo que dio en conocerse como neoliberalismo) llegó para recuperar la tasa de ganancia, que había encontrado su cuello de botella keynesiano, como explicamos más arriba. El modelo de acumulación keynesiano no resultó obsoleto producto de la “malignidad” de los neoliberales que “convencieron” al mundo de la necesidad de atacar el salario, las condiciones de trabajo, impulsar a la clase obrera a la desocupación y la miseria, liquidar sus organizaciones, etc.; por el contrario, el modelo keynesiano encontró su límite cuando comenzó a volverse insostenible para el capital. Más precisamente: para la necesidad incesante que tiene la conciencia de los capitalistas de aumento de su tasa de ganancia. El keynesianismo, eso que hoy nos venden como la apoteosis de la racionalidad y la regulación de los “desaforados especuladores”, fue y es en realidad un programa teórico y político propio de la clase capitalista y pensado para su autoconservación, que le debe su nombre al economista inglés Lord John Maynard Keynes. Este teórico no dejó lugar a dudas respecto de dónde ubicaba su programa político de clase cuando afirmó “Puedo estar influido por lo que me parece ser justicia y buen sentido, pero la guerra de clases me encontrará del lado de la educada burguesía” (1925). El marxismo denuncia hace más de un siglo y medio que, mientras el capitalismo es un modo de producción que impulsa la producción de plusvalor relativo incesantemente, el desarrollo de la ciencia y la tecnología y el control progresivo sobre las fuerzas naturales, y va asumiendo distintas formas para ello, al mismo tiempo sigue conservando dentro de sí una contradicción insalvable, necesaria para su funcionamiento, a saber: cada vez más trabajo social se concentra en capitales más gigantescos, para que la apropiación de toda esa riqueza siga produciéndose por manos privadas. La expulsión de más y más masas humanas a la degradación y la miseria es, desde el punto de vista capitalista, condición de posibilidad para su normal funcionamiento.

3) ¿Qué contradicción internacional se expresa hoy?

En sus orígenes la crisis se difundió mediáticamente en torno a la especulación y las “burbujas”, principalmente la inmobiliaria. Pero las raíces existían ya en lo profundo del sistema económico, en sus contradicciones internas. Entre ellas, una de las principales es la que enfrenta el capitalismo en su fase imperialista, exacerbada en la actualidad: la existencia de fronteras nacionales en un momento de concentración y centralización de capitales descomunal, que rebasa a aquellas, y a sus gobiernos, y los expone al ridículo y el cinismo de los “salvatajes” multiBillonarios, pagados con plusvalor que se extrae a la clase obrera mundial a diario. En la actual etapa imperialista, a pesar de lo que señalamos y que todos los analistas y políticos de la burguesía reconocen, los Estados nacionales no están dispuestos a aceptar una entidad supranacional que pueda recortar siquiera parcialmente su soberanía (ver las resoluciones superficiales de la reciente cumbre del G20). Ni siquiera se pueden poner de acuerdo acerca de poner en pie un “nuevo” FMI que opere como prestamista en última instancia, garante de una nueva regulación financiera internacional, etc. En épocas de crisis los distintos Estados nacionales avanzan en el desarrollo de políticas proteccionistas, opuestas por el vértice a las necesidades políticas que exige una crisis capitalista global como la que está en curso. Se trata de un momento del capitalismo absolutamente irracional y genocida, basta con ver las apuestas internacionales que el capital hace con los puestos de trabajo, los salarios, los alimentos y materias primas, y con todos los recursos naturales no renovables, generando de manera innecesaria más desocupación, pobreza, miseria y un daño a la naturaleza sin precedentes.

4) ¿Qué rol ocupa EE.UU. en el desarrollo de la crisis?

El núcleo del terremoto sistémico se encuentra EE.UU., el principal mercado consumidor del planeta. El consumo es, en el modo de producción capitalista, la condición de posibilidad para la realización de las mercancías (materiales o inmateriales), es decir para su venta. Sin consumo, las nubes negras de la sobreproducción amenazan a todas las economías del planeta. Desde este punto de vista, el capitalismo enfrenta por primera vez en su historia una crisis impulsada desde sus entrañas y de aceleradísima propagación mundial. Ocurre que el consumo mayoritario (consumo de masas y no suntuario, como el consumo del capitalista o terrateniente) no puede resurgir, las cadenas de crédito están cortadas, los sectores populares endeudados y en un franco proceso de desocupación. El resto de la clase obrera, la ya sobrante y desocupada, no puede resolverle este “problema” al capitalismo. Este modo de producción ya mostró cómo resuelve sus crisis de sobreproducción: las guerras mundiales liquidan capital constante (máquinas, edificios, tecnología) y variable (seres humanos, trabajadores que mayoritariamente componen las filas de los ejércitos regulares). Para mayor información, sugerimos revisar el desparpajo de Paul Krugman, actual gurú keynesiano y Premio Nobel de Economía, que asegura que hay que mirar “el enorme proyecto de obras públicas, también conocido como II Guerra Mundial, que puso fin a la Gran Depresión”[1]. A confesión de partes, relevo de pruebas.

[1] http://www.elpais.com

5) ¿Adónde va el imperialismo norteamericano?

El poder político que emana del capitalismo norteamericano se encuentra en decadencia; su condición de única superpotencia a nivel planetario se encuentra en plena crisis (y en franco descenso); el poder militar imperialista no garantiza el control de los recursos naturales tales como el petróleo o el agua. Las guerras de Afganistán e Irak, y los pantanos políticos que de ellas se desprendieron para EE.UU. hacen que por el momento no resulte ésta una táctica a tomar. Los dos gobiernos republicanos de George W. Bush fueron la expresión más acabada de la crisis generalizada que domina a la potencia hegemónica del norte, mientras que Barack Obama se ha propuesto por toda política inyectar capital tomado de la Reserva Federal (plusvalor extraído a las masas populares de norteamérica y del mundo, mayoritariamente obreras), en cifras que no soportan el sentido común; ni siquiera se animan los líderes imperialistas a llevar adelante políticas keynesianas “puras” o de verdad, que suponen no la inyección de capital (salvatajes) en empresas privadas para salvarlas, pero amenazándolas con que, esta vez, se “porten bien”, sino en realidad impulsar la obra pública, emprendimientos propiamente estatales. Desde esta óptica, no aparecen en el horizonte cercano soluciones que se desprendan de “ultimatums” tipo Obama, o de maquillajes superestructurales. Por su parte, el régimen político de la Unión Europea no puede explicar por qué se producen nacionalizaciones masivas que conspiran contra la competitividad privada, amenazando su unión monetaria y hasta la permanencia misma de la Unión, mientras se desploman gobiernos (eslabones débiles) del viejo continente, como Islandia, o enfrentan crisis políticas de magnitud, como los países de Europa del Este.

6) ¿Cuáles son las amenazas del capitalismo en decadencia?


La crisis capitalista en curso amenaza con destruir el planeta y con él al ser humano, arrasando con el medio ambiente. La amenaza a esta altura es inocultable: el petróleo y el agua como recursos no renovables siguen formando parte del casino irracional del capital; la perspectiva de que la carrera armamentista atómica o nuclear se detenga, o de que semejantes avances puedan ser puestos al servicio de la vida y no de la muerte, no tiene margen dentro del capitalismo. Pensemos un ejemplo que nos sirva de contrapunto entre la anarquía de la producción capitalista irracional y lo que podría ser una organización social de otro tipo, por caso la producción de petróleo o de agua potable, ya que la mencionamos más arriba: la exploración de yacimientos petrolíferos, en manos privadas, está sujeta al “coraje” del capitalista para arriesgarse en esa búsqueda potencialmente tanto productiva como no. No está sujeta a la necesidad social, ni se planifica socialmente esa búsqueda. Para el agua, se presenta una situación similar, porque en principio al imperialismo le resultaría más barato saquear a Paraguay, por ejemplo, que tiene bajo su suelo napas de agua dulce, antes que impulsar la “demasiado cara” potabilización del agua salada.

7) La inviabilidad del “milagro chino”


La recesión económica mundial es un hecho. La depresión de las economías se generaliza, el proteccionismo y las guerras comerciales se abren paso día a día. Se abre un interrogante determinante: ¿será capaz la demanda de la economía china de reemplazar a la norteamericana, y entonces realizar/consumir la (propia) inmensa producción de mercancías, realizar/vender todo el plusvalor contenido en ellas, ó entrará la economía mundial en una crisis de sobreproducción histórica gracias a la cual sólo sea posible la destrucción de capital constante y variable como salida? Afirmamos que la posibilidad de que China reemplace a EE.UU. como el gran consumidor mundial es una fantasía, teniendo en cuenta que en 2005 el consumo total de EE.UU. totalizó 9 billones de dólares, un 20% mayor que el gasto de consumo en Europa y tres veces y media el de Japón, los tres principales polos de la tríada imperialista; ante esto, la posibilidad del milagro chino es remota, cuando no nula. Se suma el hecho de que la nación asiática está fragmentada en su interior en términos productivos y de consumo, y se registra una anarquía interna sin comparación con otras formas nacionales. No constituye China un mercado único de producción y consumo, sino una serie de mercados internos que entran también en competencia. El verdadero milagro chino consistió y consiste todavía en haber ofrecido al capital mundial un inmenso reservorio de mano de obra barata, que presiona de manera constante a los salarios de la clase obrera mundial a la baja. En base a esto, cualquier intento por desarrollar el mercado interno chino se daría de patadas con las propias condiciones que permitieron la expansión de los últimos años. ¿Por qué? Porque el aumento del precio de la fuerza de trabajo (salario) es el requisito mínimo para que la propia clase obrera china pueda absorber el excedente de producción, lo que debido al rol que la misma juega en el mercado mundial y la división internacional del trabajo antes descrito, resulta imposible.

8) La clase obrera, única clase productora de toda la riqueza social

La clase obrera a nivel mundial se encuentra en un proceso gradual de lo que podemos llamar recomposición progresiva de su conciencia de clase, con base en experiencias de ocupaciones de fábrica (EE.UU, Gran Bretaña, América Latina), enfrentamientos de lucha de clases directos con las fuerzas represivas del Estado, huelgas generales (Guadalupe, Francia). A esto se le suma poco a poco un movimiento estudiantil que empieza a aparecer en escena (España, Francia, Italia, Grecia). Lentamente, y a pesar de condiciones objetivas desfavorables (direcciones sindicales absolutamente burocratizadas, altísimas tasas de no sindicalización, derrotas en el ámbito de los derechos laborales importantes como las promovidas por el neoliberalismo, ausencia de grandes partidos obreros marxistas revolucionarios, una atomización y especialización importante que divide cada vez más sus filas, etc.) viene despertando el eterno fantasma del capital, y comienza a hacer ensayos particulares de lucha de clases en distintos lugares del planeta, como mencionamos. A pesar de los importantes elementos en contra que señalamos aquí, la clase obrera sigue siendo la única productora manual e intelectual directa de toda la riqueza que hay en el mundo. Hoy, etapa en la que ya está demostrado que el discurso ideológico del fin de la clase obrera no es realidad, discurso que caló hondo en la academia y la comunidad de ciencias sociales, se vuelve una necesidad vital desarrollar el marxismo y ponerlo en debate abierto y directo con todas las corrientes del pensamiento burgués que sólo buscan conservar el estado actual de cosas. En este marco: ¿Qué posibilidades se le abren a la clase obrera ocupada y desocupada del mundo, a las masas empobrecidas y a todos los sectores populares de intervenir activamente? y, entonces, ¿Qué perspectivas tiene y recupera el socialismo como horizonte para la humanidad?

1 comentario:

  1. Excelente para entender que no muchas salidas hay a la vista, mas solo hay una!

    Proletarios del mundo uniDnos!
    Viva la revolución proletaria!

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