sábado, 30 de mayo de 2009

De maniobras “institucionales” frente a la crisis


Por “Muralla”, politólogo, UBA

Tres de las más importantes medidas tomadas por el gobierno de los Kirchner en el último tiempo – el adelantamiento de las elecciones legislativas, la coparticipación de las retenciones a la soja y la táctica de presentar “candidaturas testimoniales” – así como las diferentes repercusiones que estas tuvieron sobre los diferentes sectores del kirchnerismo y la oposición patronal, son una muestra de – además de la podredumbre generalizada de la dirigencia política y sindical argentina – la debilidad estructural de la superestructura política del país, de cómo se recurre a maniobras tácticas para dilatar en el tiempo las repercusiones de una crisis internacional que amenaza no sólo a las capas dirigenciales que pujan por ocupar los cargos estatales sino también al sistema político en su conjunto, y por ende, al sistema de dominación capitalista.



La coparticipación de las retenciones

El decreto 243/2009 del Boletín Oficial, creó el Fondo Social Solidario según el cuál el treinta por ciento de los fondos recaudados por las retenciones a la soja serán derivados a las provincias, y a su vez el treinta porciento de estos serán participados desde éstas últimas hacia los municipios. Estos “fondos especiales”, según reza el decreto, deberán destinarse a infraestructura social, escuelas, viviendas, agua potable y cloacas y no a financiar gastos corrientes.

Dos semanas atrás la presidenta había anticipado su intención de coparticipar las retenciones a la soja. A sabiendas de que los tiempos electorales son los mejores tiempos para borocotizar “representantes”, el gobierno lanzó este plan que sujeta el envío de fondos a la adhesión de las legislaturas locales (provinciales y municipales) a dicha norma, lo cual implica avalar el nivel actual de las retenciones, lo cual significa distanciarse de las patronales agrarias y acercarse al gobierno.

La Mesa de Enlace respondió[1] con un lock out de siete días que no tuvo ni por lejos la adhesión de los piquetes anti-125. Biolcati les avisó a los gobernadores e intendentes de la parte del país cubierta de soja que "la situación de sus provincias no va a ser calma si se dejan tentar por algún reparto de dinero".[2] Y los gobernadores se tentaron: Binner, de muy mal gusto aceptó la suma de dinero que recibiría su provincia, pero siguió remarcando que habría que suspender las retenciones por 180 días. Schiaretti le “devolverá” parte de lo que el gobierno central le “expropió” a los “productores” agropecuarios, rebajando el impuesto inmobiliario rural. Macri argumentó que va a recibir el dinero, pero que no lo utilizará hasta después de Junio para que no se piense que lo utilizará con fines proselitistas y caiga así una mancha sobre su intachable prontuario. Todos aceptaron en los hechos, aunque en los dichos intenten mostrar distancia.

De esta forma el gobierno metió una cuña entre la necesidad que tienen los gobiernos provinciales de los fondos provenientes de la rosada[3] ante los números rojos en los presupuestos (más aún en época de elecciones cuando la obra pública y el asistencialismo clientelar afloran como los hongos después de la lluvia) y el apoyo político de las patronales agrarias (y los sectores influenciados por esta). De esta forma asestó un golpe a la oposición, dificultando la conformación de un bloque opositor, “pacificando” a los gobernadores díscolos. El bloque opositor también fue golpeado por la acotada popularidad recogida durante el séptimo lock out agrario.

El adelanto de las elecciones
“¿Qué le pasa a la burocracia política que gobierna que adelantó tanto las elecciones?, ¿tienen miedo de perder?, ¿dónde está la calidad institucional?”[4] Estas preguntas que parecieran venir desde la oposición “republicana” (en lo referido a la “calidad institucional”) – o de algún analista serio que prevé las consecuencias de la crisis internacional sobre el sistema político en general, y sobre los resultados electorales en particular – no provienen desde ese lado sino desde el mismísimo primer caballero y ex-presidente Néstor Kirchner. Estas palabras resonaron en Catamarca exactamente ocho días antes de que su esposa decidiera enviar al congreso un proyecto para adelantar las elecciones legislativas nacionales, programadas para octubre, para el 28 de Junio ¿Tendrán miedo de perder?

El fantasma “no positivo” en el recinto legislativo esta vez no se hizo carne y los legisladores oficialistas obedecieron al pie de la letra los mandatos presidenciales, convirtiendo en ley el proyecto de adelanto de las elecciones. Las justifiKaciones a favor del mismo fueron varias: al referirse a la crisis internacional, la presidenta aseguró que “lo que está pasando en el mundo es mucho más grave de lo que aparece en la televisión o en los medios. Miles de personas se quedan sin trabajo todos los días, se pierden casas, los bancos no saben cuánto van a durar, nadie puede predecir dónde termina esto” por lo que “sería casi suicida embarcar a la sociedad en una discusión permanente de acá octubre”, “una campaña electoral en medio de esta crisis sería muy malo para el país”. Por su parte el ex presidente aseguró que “aquí, lo importante es la gobernabilidad de la Argentina”, lo que no dijo, es para quién es importante. Según el diario Página/12 “La conclusión a la que habría arribado la Presidenta fue que la crisis comenzará a sentirse fuerte en 2009 y eso le ocasionará al Gobierno un desgaste natural que sería potenciado al máximo por la oposición y la fuerte alianza mediática que se constituyó en su apoyo”.

Partiendo de la primera afirmación presidencial (esencialmente correcta), así como de la certidumbre de que Argentina forma parte del mundo, intentaremos leer entre líneas para clarificar aquello que, sin decirlo, la presidenta hace referencia. Si bien la crisis internacional no desembarcó aún en la Argentina con toda su furia, los despidos, suspensiones, y rebajas salariales (con los necesarios aprietes y amenazas a los trabajadores y delegados que se opongan) ya comenzaron.

En una nota anterior[5] analizábamos como el kirchnerismo perdió la representación de uno de los sectores capitalistas más importantes del país: el capital agrario; y cómo, a su vez, se debilitó en su carácter de representante del capital industrial (el cual puja cada vez más en relación a la satisfacción de sus propias demandas), quedándole sólo una parte de éste incondicionalmente dentro de su corral: la nueva burguesía K que hizo negociados de todo tipo al calor de la nueva administración del Estado.

Hoy vemos a todos los sectores del capital presionando de conjunto por una devaluación del peso que les otorgue mayor “competitividad”. El gobierno está dispuesto a llevarla adelante[6] pero tiene un problema: como ésta sería un golpe directo al ya golpeado (por la inflación, congelamiento, rebajas, tarifazos) salario obrero, no es una medida que pueda ser tomada sin consecuencias antes de una elección nacional. El mismo problema tiene con los despidos masivos que quieren llevar adelante los capitalistas industriales, tanto “nacionales” como multinacionales. Esta es la razón estructural por la cual se adelantan las elecciones. Como se necesita responder con urgencia a las demandas del capital, el gobierno adelanta las elecciones para que éstas sean antes de que la crisis recrudezca. Además el gobierno necesita de la “legitimidad institucional” que concederían las elecciones – más aún cuando estas son presentadas como un plebiscito sobre el actuar del Poder Ejecutivo – para poder asestar semejante golpe al bolsillo obrero, para deslegitimar la resistencia que sin duda alguna estas medidas generarán. Y como aun no perdió toda su base de apoyo entre los trabajadores[7] y sectores populares[8] (aunque si perdió casi por completo a las ciudades rurales del interior, así como también a las clases medias de las grandes urbes) especula con ganar las elecciones antes de que se erosione su base entre los sectores más postergados del electorado, para poder responder a las demandas patronales a la brevedad y concretar una nueva estafa a los trabajadores que los votaran.

Esta maniobra táctica demuestra la debilidad en la que se encuentra la coalición gobernante con respecto a la crisis internacional y la acotada base de maniobras que ésta le permite. Pero por otro lado es una jugada audaz que obliga a la oposición patronal a “mostrar sus cartas”, a la vez que desnuda la fragilidad de sus acuerdos o coaliciones (en los casos que existen: la coalición Macri-Solá-De Narváez apadrinada por Duhalde y la coalición formada alrededor de la figura de Carrió) o la imposibilidad de los mismos. Así, la oposición sojera se encuentra desmembrada, y el kirchnerismo le acorta los tiempos de negociación y armado de estos rejuntes electoralistas llamados coaliciones, a la vez que cambia la agenda política, obligando a los medios (y a la oposición) a hablar de las elecciones y no tanto de retenciones.

Pero no son todas buenas noticias para el kirchnerismo, ya que la audacia de esta maniobra conlleva también un gran riesgo: nada asegura[9] que el oficialismo gane las elecciones (o que pierda por poco margen) y pueda mantener la mayoría parlamentaria. Buscan que estas elecciones sean un plebiscito de su gestión, pero en caso de perder, el oficialismo mantendría el gobierno, pero no el poder. Así, y considerando la reparlamentarización de la política a partir del desprestigio de la figura presidencial durante el conflicto por las retenciones,[10] la camarilla gobernante quedaría en una fragilidad tal que hasta se podría plantear una finalización anticipada de su mandato. Peor aún cuando los diferentes sectores del capital comienzan a cerrar filas[11] tras demandas como la devaluación del peso, para profundizar el modelo de “dólar alto y salarios bajos”. Sectores que no tienen empacho en utilizar al títere de turno y luego desecharlo cuando encuentran a otro títere que estiman les resultará más rentable.

Candidaturas “testimoniales”

La tercer maniobra llevada a cabo por el gobierno consiste en llevar las candidaturas de intendentes y gobernadores (Scioli[12] y los intendentes del conurbano principalmente, dada la importancia que reviste para el Kirchnerismo marcar una amplía diferencia en esa sección electoral, para contrapesar las posibles derrotas en otros lugares) encabezando las listas de legisladores provinciales y/o municipales, anticipando que no asumirán sus respectivos cargos en el congreso o en la legislatura. Esta maniobra persigue principalmente dos objetivos: en primer lugar busca presentar con mayor fuerza la idea de que en estas elecciones no se elige legisladores sino que es un plebiscito de la gestión K. De esta manera, además, obligaría a todos los mafiosos a cargo de las intendencias del conurbano a “movilizar todo el aparato” en pos de un resultado electoral favorable. En segundo lugar busca evitar que los intendentes “jueguen a dos puntas” entre el Kirchnerismo y el “PJ disidente” de Duhalde. Obligándolos a que espontáneamente encabecen las listas K, busca evitar una nueva sangría después de las elecciones. Aunque, dado el borocotismo reinante entre la dirigencia política patronal argentina, la posibilidad de que se “reabra el libro de pases” después de Junio (o incluso antes, dependiendo de cómo le den las encuestas) siempre se encuentra latente.

Ahora bien, este acto de “deshonra” hacia los cargos para los que fueron elegidos quienes ahora se re-presentarían a elecciones no es monopolio del Kirchnerismo. Gabriela Michetti, “el rostro humano” del PRO del niño Mauricio, también abandonaría su cargo de Vicejefa de Gobierno para encabezar las listas de diputados de su partido (aunque aún están evaluando la maniobra pensando en “qué dirá la gente”). Por su parte, el ex-gobernador Felipe Solá, es actual diputado (aún le quedan dos años en el recinto) y se volvería a postular para el mismo cargo.

La enKrucijada

Cómo sostenemos en la nota anteriormente citada[13], el gobierno de los Kirchner se sostuvo sobre varios pilares: El crecimiento económico a tasas chinas resultó en grandes ganancias para todos los sectores capitalistas (lo cual apaciguó sus pujas intestinas) y en la generación de cerca de tres millones de nuevos puestos de trabajo.[14] Este fue el pilar económico y social. La política de Derechos Humanos (incluyendo la cooptación de organismos defensores) y la puesta bajo la égida K de movimientos sociales y/o populares, así como también el represtigio de la figura presidencial, constituyeron los pilares políticos.

Ahora bien, el crecimiento económico fue desplazado por las perspectivas[15] de crisis. Los diferentes sectores del capital pujan por quedarse con la parte grande de la torta antes que esta desaparezca – muchos de ellos pasando incluso a la oposición política[16] –. El congelamiento de los juicios a los genocidas, la alianza con Aldo Rico, la militarización de las villas y la criminalización de la pobreza (cediendo a todas las demandas de la derecha y su campaña contra “la inseguridad), entre otros factores, dieron por tierra con los “derechos humanos”. La sangría de los sectores más “progres” como Libres del Sur o Bonasso se llevaron con sí la careta progresista del gobierno. La figura presidencial quedó muy desprestigiada después del conflicto entre el gobierno y las patronales agrarias.

El único y central sostén que le queda al Kirchnerismo es presentarse como “el garante del empleo”. Y como el desempleo aún no se incrementó considerablemente y los despidos se producen de forma aislada o segmentada, amplios sectores de trabajadores aún ven en los Kirchner “el gobierno con el que consiguieron trabajo”.
Por ahora el matrimonio presidencial mantiene acuerdos con sectores empresariales para evitar despidos masivos. Estos incluyen una catarata de subsidios al empresariado para que “llegue a fin de mes” con el pago de salarios. El rol traidor de la burocracia sindical de la CGT y la CTA negociando despidos de contratados, rebajas salariales y suspensiones para “mantener el empleo” cumple un papel fundamental en estos acuerdos. Ahora bien, la perspectiva de la crisis es a profundizarse, y la de la recaudación fiscal a disminuir considerablemente (lo cuál disminuiría aún más el margen de maniobra de la camarilla gobernante, respecto al pago de subsidios, de salarios estatales, entre otros). La posibilidad de que, pasadas las elecciones, el kirchnerismo no pueda contener los despidos - además ya no necesitaría tanto hacerlo, puesto que las elecciones ya pasaron – y acceda a los requerimientos patronales de “reestructuraciones” –sean despidos, suspensiones o rebajas salariales – se muestra como la más probable. En caso de que los K pierdan las elecciones, la perspectiva para los trabajadores sería muy similar, con la diferencia de que los despidos no serían permitidos desde la rosada sino desde el congreso.

Si hacemos un recorrido histórico por la influencia de los resultados de las elecciones legislativas sobre la “gobernabilidad” del Poder Ejecutivo a partir de la “restauración democrática” encontramos resultados diversos. Desde triunfos oficialistas que fortalecieron a la gestión ejecutiva (Alfonsín en 1985, Menem en 1993 y Kirchner en 2005) hasta derrotas que debilitaron al gobierno y en algunos casos significaron el comienzo del fin de su gestión (Alfonsín en 1987, Menem en 1997 y De la Rúa en 2001). El Kirchnerismo se la juega a todo nada, teniendo mucho más que perder que lo que pueda ganar. Presentándolo como un plebiscito de las diferentes gestiones, en caso de ganar saldría con una fortaleza que podría resultar efímera ante los embates de la crisis internacional. En caso de perder, perderían la votación también los cargos ejecutivos, por lo que quedaría en una debilidad mayor que la actual. A eso se debe sumar que el ya no contar con las mayorías en las cámaras legislativas sería un obstáculo que le dejaría un casi nulo margen de maniobra.

*****

Ya analizamos los fundamentos políticos, económicos y sociales de estas maniobras. Ahora bien, cuando vemos como las instituciones son acomodadas a gusto y piaccere por el poder político (o una de sus partes) en representación del poder económico, con la finalidad de embaucar a las mayorías populares en la farsa electoral ¿Qué nos diría la Ciencia Política actual que asimila “la política” a “las instituciones democráticas”? ¿Podrán seguir sosteniendo que son las instituciones la piedra fundamental de los regímenes políticos? ¿Podrán mantener su discurso de que son las “instituciones democráticas” las que garantizan el “bienestar general” cuando es cada vez es más obvio que defienden los intereses de un sector minoritario? ¿Asesores de tamaña lacra debemos ser los politólogos? ¿En esto debemos formarnos y entrenarnos?

Si bien difieren en las formas, tanto el gobierno como la oposición patronal coinciden en descargar la crisis sobre el pueblo trabajador, y para esto se preparan para después de Junio. Se pelean por tener el control del aparato estatal pero ninguno de ellos siquiera se refiere (y mucho menos cuestiona) al carácter de clase del mismo. Ninguno va a tocar los intereses de las clases dominantes en beneficio de las clases subalternas. Es el carácter mismo de este comité de negocios de la burguesía denominado Estado el que privatiza las ganancias y socializa las pérdidas.

Así, por más que algunos pataleen, tanto a los Kirchner como a las distintas variantes de la oposición patronal les conviene adelantar las elecciones. Sea porque el desarrollo de la crisis puede despertar al “que se vayan todos” – aún adormecido – como porque el ataque en regla a las escasas mejoras conseguidas por la clase trabajadora en los tiempos de “crecimiento a tasas chinas” necesita del “respaldo institucional” que otorgan las elecciones burguesas (gane el gobierno o la oposición). Elecciones que sólo permiten elegir al títere, pero nunca jamás cambiar de titiritero.

[1] No sólo a esta medida, sino también a la negativa del bloque oficialista a dar quórum para que se trate la baja de las retenciones en el Congreso.
[2] “Biolcatti calificó la actitud del Gobierno de ‘empecinamiento y tozudez” Página/12 del 21/03/09 http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/subnotas/121907-38885-2009-03-21.html/
[3] Aunque este 30% no signifique necesariamente un aumento real en el dinero estipulado para las provincias, ya que podrían recortarse su vez las asignaciones discrecionales de fondos.
[4] “Esta no es una elección más” Página/12 del 13/03/09. http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-121059-2009-03-06.html
[5] ver “La ‘crisis del campo’ y la hegemonía kirchnerista” en Revista Contratiempos N°2, Octubre 2008
[6] No olvidemos aquella afirmación que hiciera Marx en el Manifiesto comunista y que aún conserva toda su actualidad: “El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de la burguesía”
[7] Porque los despidos aún no son masivos (en las grandes industrias, ya que en las pequeñas, por la gran cantidad de trabajo en negro no se puede tener un registro, aunque bien se sabe que son muchos quienes pierden su empleo) y se van dando por goteo, gracias a la burocracia sindical.
[8] Además del rol cumplido por la recuperación del empleo, otro factor jugó un rol preponderante en lo referente a la contención del campo popular. Me refiero al papel jugado por los intendentes y demás punteros en el conurbano bonaerense: por esas geografías, en los sectores populares más desplazados (trabajadores desocupados permanentes, trabajadores en negro recientemente desocupados, trabajadores superexplotados y precarizados, entre otros tantos) tanto la calma social como los resultados electorales son en gran parte logrados por redes asistenciales. Estas no tienen por finalidad la ayuda que sin lugar a dudas necesitan hoy día aquellos que no llegan a cubrir sus necesidades básicas, sino que persigue fines electorales y de contención social. Paradójicamente (o no tanto), quienes “ayudan”, son cómplices de los principales responsables de la actual situación en la que se encuentran grandes masas de población.
[9] La impopularidad así como la dispersión de la oposición es una de las pocas cuestiones que juega a favor del matrimonio presidencial.
[10] Para un análisis más profundo ver la nota “La ‘crisis del campo’ y la hegemonía kirchnerista” en Revista Contratiempos N°2, Octubre 2008
[11] La vuelta a la conducción de la UIA del empresario del plástico Héctor Méndez, quien ya comenzó a distanciarse del gobierno es una muestra de ello. En una entrevista en Clarín afirmó que “el enfrentamiento entre el campo y la industria es una estupidez. Ya le dijimos al Gobierno que queremos sentarnos en una misma mesa con el campo”. Diario Clarín del 15/04/2009 http://www.clarin.com/diario/2009/04/15/elpais/p-01897922.htm
[12] Quien además es un candidato bien visto tanto por el empresariado como por la derecha que exige “mano dura”, cubriendo de esta forma el “flanco derecho” del Kirchnerismo.
[13] “La ‘crisis del campo…”
[14] Aunque el crecimiento de las ganancias fue muy desigual al del salario. Mientras las primeras se triplicaron, el último apenas alcanzó los niveles previos a la crisis del 2001. Las ganancias subían por el ascensor, los salarios, a duras penas, por la escalera.
[15] Me refiero a “perspectiva de crisis” y no a crisis a secas porque: a) ésta aún no se ha desarrollado en profundidad en nuestro país, y b) porque las empresas empiezan a despedir o presentar preventivos de crisis cuando aún no están perdiendo dinero, ante la mínima baja en la tasa de ganancia comienzan a – con la complicidad de la burocracia sindical – cortar por lo más fino y dejar familias enteras en la calle.
[16] Una muestra de ellos son las listas del “PRO/PJ disidente” llenas de integrantes de las entidades patronales rurales. Las presiones de la nueva conducción de la UIA, cuyo nuevo presidente afirmó que “este gobierno fue industrialista”, van en el mismo sentido.

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