sábado, 30 de mayo de 2009

¿Padre de la democracia?

Por Martín O.



Ante la muerte de Alfonsín su correligionario y presidente en ejercicio Julio Cleto Cobos decreto tres días de duelo. Los Kirchner, Carrió, Moyano, Biolcatti y todo el arco político burgués manifiestan su dolor por la muerte del dirigente radical.

A menos de 8 años de aquellas jornadas en las que miles de argentinos coreaban “Que se vayan todos”, todos los viejos representantes del bipartidismo junto a funcionarios del gobierno y dirigentes de la oposición burguesa despiden a uno de los suyos. Desde los grandes medios de comunicación no tardaron en llamarlo el “Padre de la Democracia”. Desde hace muchos años la figura de Raúl Ricardo Alfonsín está asociada a la recuperación de la democracia.




El ex presidente supo construir su imagen de paladín de los principios republicanos leyendo el preámbulo de la Constitución durante su campaña presidencial. Representó mejor que nadie al sentido común que opone democracia con dictadura ignorando que bajo ambos regimenes de dominación la mayoría trabajadora sufre la explotación y opresión de una minoría. Como decía el compañero Lenin “La república democrática es la mejor envoltura política del capitalismo; y por eso el capital al apoderarse de esta envoltura, la mejor de todas, cimenta su poder con tanta seguridad y firmeza, que no lo conmueve ningún cambio de personas, ni de instituciones ni de partidos dentro de la república democrática burguesa”.

Cuando se opone democracia a dictadura, en lugar de revolución a contrarrevolución se oculta el carácter de clase del genocidio que sufrió la vanguardia obrera y popular en los años ´70. Se oculta que los partidos que más tarde formaron la multipartidaria para dirigir la transición democrática habían dejado de lado los principios democráticos que dicen defender con el objetivo de cambiar las relaciones de fuerza entre las clases en favor de la clase dominante.

Aquellos que no dudaron en apoyar las peores dictaduras cuando les pareció necesario luego sacralizaron la democracia como un valor incuestionable popularizando la nefasta teoría de los dos demonios que condenando a la violencia en forma abstracta equipara la lucha de los oprimidos con el terrorismo de estado. Desde esta visión vulgar se nos suele acusar de no distinguir entre un régimen democrático burgués y una dictadura militar. Nada más lejos de la realidad. Defendemos las libertades que conquistamos, pero no tenemos nada que agradecerles a los falsos demócratas quienes no van a dudar en atacarlas cuando vean amenazados sus intereses. Como decía Trotsky frente a la amenaza cierta del fascismo: “Debemos defender a la democracia burguesa no con los métodos de esta sino con los de la lucha de clases, o sea, con los métodos que preparan el derrocamiento de la democracia burguesa por medio de la dictadura del proletariado”.

Los apologistas de la dictadura del capital dirán que somos antidemocráticos por cuestionar a esta democracia burguesa en la que miles de personas no comen, no se educan y mueren por razones evitables. Repetirán nuevamente la famosa frase de Churchil “La democracia es el peor de los sistemas exceptuando a todos los demás”. Nosotros creemos que es más democrático que las mayorías populares deliberen y gobiernen. Creemos que la democracia obrera basada en la autoorganización de las masas es mejor que la democracia burguesa que mantiene el despotismo en las fábricas.
Los que luchamos contra la barbarie capitalista no compartimos en absoluto el homenaje a un hombre que hasta el último momento de su vida defendió los intereses de la clase dominante. La verdadera democracia la construirán los trabajadores abriendo el camino hacia una sociedad sin explotadores ni explotados. Entonces todos los representantes de la burguesía tendrán ¡al fin! el lugar que se merecen.

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